Prerromanticismo
El prerromanticismo fue un movimiento
literario que se desarrolla en Europa a lo largo del siglo XVIII y cuyo
ocaso transcurre en las últimas décadas de la centuria, en total
oposición al Neoclasicismo.
Durante el siglo XVIII triunfan en
Europa las ideas clásicas francesas del siglo anterior (Neoclasicismo).
Mas, a la vez, se va forjando en varios países una reacción de signo
radicalmente contrario.
Características del Prerromanticismo
* Afirma el predominio del sentimiento frente a la razón. En sus
obras, los escritores expresan sus sentimientos más tristes y exaltados.
* Rechazan las "reglas", aunque algunos escritores prerrománticos las aceptan.
*
Frente a la naturaleza arreglada y tranquila típica de los escritores
neoclasicistas, los prerrománticos y más tarde los románticos prefieren
lugares esotéricos y misteriosos, como cementerios, escenas nocturnas,
tormentas, apariciones de fantasmas, etc.
* Desaparición del tono didáctico de las obras
* La libertad como valor absoluto.
*
Puesta en entredicho de las reglas y preceptos del Neoclasicismo. De
ahí que el teatro sin reglas de Shakespeare, despreciado por los
neoclásicos, sea alabado por los prerrománticos.
* Repetición de palabras, de sintagmas, como muestra de obsesión, o de perturbación.
* Frecuente sobre todo la anáfora del verbo o sustantivo al principio de frase o de verso.
*
Recursos de sonoridad: palabras violentas, broncas, rebuscadas, que a
veces se acumulan en la obtención de efectos trepidantes
* Innovaciones lingüísticas tendentes a la intensificación léxica, a veces mediante sufijos o prefijos nuevos o inusitados.
Simón Bolívar
Simón José Antonio de la
Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte y Blanco, mejor conocido
como Simón Bolívar, (Caracas, 24 de julio2 de 1783 — Santa Marta,
Colombia, 17 de diciembre de 1830) fue un militar y político de la Gran
Colombia, una de las figuras más destacadas de la Emancipación Americana
frente al Imperio español. Contribuyó de manera decisiva a la
independencia de las actuales Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y
Venezuela. Le fue concedido el título honorífico de Libertador por el
Cabildo de Mérida en Venezuela que, tras serle ratificado en Caracas,
quedó asociado a su nombre. Los problemas para llevar adelante sus
planes fueron tan frecuentes que llegó a afirmar de sí mismo que era "el
hombre de las dificultades" en una carta dirigida al general Francisco
de Paula Santander en 1825. Participó en la fundación de la Gran
Colombia, nación que intentó consolidar como una gran confederación
política y militar en América, de la cual fue Presidente. Bolívar es
considerado por sus acciones e ideas el "Hombre de América" y una
destacada figura de la Historia Universal, ya que dejó un legado
político en diversos países latinoamericanos, algunos de los cuales le
han convertido en objeto de veneración nacionalista. Ha recibido honores
en varias partes del mundo a través de estatuas o monumentos, parques,
plazas, etc.
Cartas escritas por Bolivar
Carta de Jamaica
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Kingston, setiembre 6 de 1815
“Es
más difícil, dice Montesquieu, sacar un pueblo de la servidumbre, que
subyugar uno libre. Esta verdad está comprobada por los anales de todos
los tiempos, que nos muestran las más de las naciones libres sometidas
al yugo, y muy pocas de las esclavas recobrar su libertad. A pesar de
este convencimiento, los meridionales de este continente han manifestado
el conato de conseguir instituciones liberales, y aun perfectas; sin
duda, por efecto del instinto que tienen todos los hombres de aspirar a
su mejor felicidad posible, la que se alcanza infaliblemente en las
sociedades civiles, cuando ellas están fundadas sobre las bases de la
justicia, de la libertad, y de la igualdad. Pero ¿Se puede concebir que
un pueblo recientemente desencadenado, se lance a la esfera de la
libertad, sin que, como a Icaro, se le deshagan las alas y recaiga en el
abismo? Tal prodigio es inconcebible, nunca visto. Por consiguiente, no
hay un raciocinio verosímil que nos halague con esta esperanza.
Yo
deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación
del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y
gloria. Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no
puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una
gran república; como es imposible, no me atrevo a desearlo; y meno deseo
aún una monarquía universal de América, porque este proyecto, sin ser
útil, es también imposible. Los abusos que actualmente existen no se
reformarían, y nuestra regeneración sería infructuosa. Los Estados
americanos han menester de los cuidados de gobiernos paternales que
curen las llagas y las heridas del despotismo y la guerra. La metrópoli,
por ejemplo, sería México, que es la única que puede serlo por su poder
intrínseco, sin el cual no hay metrópoli. Supongamos que fuese el Istmo
de Panamá, punto céntrico para todos los extremos de este vasto
continente; ¿no continuarían estos en la languidez, y aun en el desorden
actual? Para que un solo gobierno dé vida, anime, ponga en acción todos
los resortes de la prosperidad pública, corrija, ilustre y perfeccione
al Nuevo Mundo, sería necesario que tuviese las facultades de un Dios, y
cuando menos las luces y virtudes de todos los hombres.
El
espíritu de partido que al presente agita a nuestros Estados, se
encendería entonces con mayor encono, hallándose ausente la fuente del
poder que únicamente puede reprimirlo. Además, los magnates de las
capitales no sufrirían la preponderancia de los metropolitanos, a
quienes considerarían como a otros tantos tiranos; sus celos llegarían hasta el punto de comparar a
estos
con los odiosos españoles. En fin, una monarquía semejante sería un
coloso diforme, que su propio peso desplomaría a la menor convulsión.
Mr. de Pradt ha dividido sabiamente a la América en 15 a 17 Estados
independientes entre sí, gobernados por otros tantos monarcas. Estoy de
acuerdo en cuanto a lo primero, pues la América comporta la creación de
17 naciones; en cuanto a lo segundo, aunque es más fácil conseguirlo, es
menos útil; y así, no soy de la opinión de las monarquías americanas.
He aquí mis razones. El interés bien entendido de una república se
circunscribe en la esfera de su conservación, prosperidad y gloria. No ejerciendo la libertad
imperio, porque es precisamente su opuesto, ningún estímulo excita a los
republicanos a extender los términos de su nación, en detrimento de sus
propios medios, con el único objeto de hacer participar a sus vecinos
de una constitución liberal. Ningún derecho adquieren, ninguna ventaja
sacan venciéndolos, a menos que los reduzcan a colonias, conquistas, o
aliados, siguiendo el ejemplo de Roma. Máximas y ejemplos tales están en
oposición directa con los principios de justicia de los sistemas
republicanos; y aun diré más, en oposición manifiesta con los intereses
de sus ciudadanos; porque un Estado demasiado extenso en sí mismo o por
sus dependencias, al cabo viene en decadencia, y convierte su forma
libre en otra tiránica; refleja los principios
que deben conservarla, y ocurre por último al despotismo. El
distintivo de las pequeñas repúblicas es la permanencia; el de las
grandes, es vario, pero siempre se inclina al imperio. Casi todas las
primeras han tenido una larga duración; de las segundas sólo Roma se
mantuvo algunos siglos, pero fue porque era república la capital y no lo
era el resto de sus dominios, que se gobernaban por leyes e
instituciones diferentes.”
Carta a Manuelita
De Simón Bolívar a Manuela Sáenz
Manuela:
Llegaste de improviso, como siempre. Sonriente.
Notoria. Dulce. Eras tú. Te miré. Y la noche fue
tuya. Toda. Mis palabras. Mis sonrisas. El
viento que respiré y te enviaba en suspiros. El
tiempo fue cómplice por el tiempo que alargué el
discurso frente al Congreso para verte frente a mí,
sin moverte, quieta, mía…
Utilicé las palabras más suaves y contundentes; sugerí espacios
terrenales con problemas qué resolver mientras mi imaginación te
recorría; los generales que aplaudieron de pie no se imaginaron que
describía la noche del martes que nuestros caballos galoparon al
unísono; que la descripción de oportunidades para superar el
problema de la guerra, era la descripción de tus besos. Que los
recursos que llegarían para la compra de arados y cañones, era la
miel de tus ojos que escondías para guardar mi
figura cansada, como me repetías para
esconder las lágrimas del placer que te
inundaba.
Y después, escuché tu voz. Era la misma. Te
di la mano, y tu piel me recorrió entero. Igual… que los minutos
eternos
que detuvieron las mareas, el viento del norte, la rosa de los vientos,
el tintineo de las estrellas colgadas en jardines secretos y el arco
iris que se vio hasta la media noche. Fuiste todo eso, enfundada en tu
uniforme de charreteras doradas, el mismo con el que agredes la torpeza
de quienes desconocen cómo se construye la vida. Mañana habrá otra
sesión del Congreso. ¿Estarás? Simón.
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